jueves, 20 de agosto de 2015

Mi primera experiencia personal transcendente...

fue muy similar a la de Brian Weiss (psiquiatra estadounidense). Hecho que a continución estraigo de su libro: "A Través del Tiempo". "Habla" Brian Weiss...


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   Como resultado de mi propio crecimiento espiritual, que en muchos sentidos comenzó con mis experiencias con la paciente Catherine (el mio comenzó con mis experiencias como padre), yo mismo he tenido experiencias personales trascendentes. Después de la primera comprendí de inmediato que ese estado es una meta es sí.

   La primera se inició, en realidad, una semana antes de la experiencia en sí. Hace varios años, después de pasar una jornada de diez horas atendiendo a mis pacientes, comenzaba a relajarme meditando en el sillón reclinatorio de mi consulta. Al cabo de pocos minutos, ya en estado de profunda relajación, sin ningún pensamiento especial en la mente, oí dentro de mi cabeza una voz atronadora. Era como una trompeta telepática que me sacudió todo el cuerpo (me ha recordado al arcano XX del Tarot de Marsella, El Juicio).
   -¡Ámalo, simplemente!- dijo la voz.

   Desperté de inmediato. Sabía que el mensje se refería a Jordan, mi hijo (sin duda el AMOR a los hijos es clave). Por entonces era un adolescente con la rebeldía propia de su edad, pero yo no había pensado en él durante todo el día. Tal vez en el subconsciente me preguntaba cómo cmportarme respecto a su conducta.

   Una semana después, en las primeras horas de una mañana nublada, llevé a Jordan a la escuela. Traté de entablar conversación pero él se mostraba particularmente lacónico en sus respuestas. Jordan estaba malhumorado.

   Comprendí que tenía dos posibilidades: enojarme o dejarlo pasar. Entonces recordé el mensaje: "¡Ámalo, simplemente!", y me decidí por lo último. Al dejarlo ante la escuela le dije:
   -No olvides que te amo, Jordan.

   Para mi sorpresa, él replicó:
   -Yo también te amo.

   Fue entonces que comprendía que no estaba en absoluto malhimorado o gruñón: sencillamente aún no estaba del todo despierto. Mi idea de uqe estaba enfadado era una ilusión.

   Continúe rumbo al hospital, que estaba a unos cuarenta y cinco minutos de trayecto. Al pasar ante una iglesia, el sol se elevaba por encima de la copa de los árboles y un jardinero cortaba tranquilamente el césped (cuando me ocurrió a mi, recuerdo que acababa de salir de casa, a las 7:30 am, e iba andando a coger el autocar a Boecillo. El sol tambíen se estaba elevando por encima de unos árboles y ¡atentos!, a partir de aqui comienza la gran coincidencia entre las experiencias, posiblemte la mía en menor grado que la de Brian, pero de tono similar).

   De pronto tuve una sensación de gran paz y gozo. Me sentía inmensamente a salvo y seguro; el mundo parecia guardar perfecto orden. El jardinero, los árboles y todo lo que veía era luminoso y refulgente. Casi podía ver a través de las cosas, pues todo tenía una cualidad dorada y transparente. Me sentí vinculado a todo y a todos: al jardinero, los árboles, eñ césped, el cielo, una árdilla que trepaba a un árbol... Era la total ausencia de miedo o ansiedad. El futuro parecía perfectamente claro... perfecto.

   A las otras personas que viajaban de prisa a sus empleos debo de haberles parecido extraño. También por ellos sentía una especie de amor objetivo y universal. Cuando otro conductor me cerraba el paso, yo me limitaba a hacerle una seña para que pasara y, sonreía (yo recuerdo estar parado en los semaforos, esperando con sonrisa de tonto en la cara, que el muñeco se pusiera verde, mientras algunas personas cruzaban, vigilantes, con prisa la carretera. Sintiendo amor por ellos y preguntándome...). Me pregunté por qué esa gente llevaba tanta prisa. El tiempo pareció permanecer inmóvil, para luego desaparecer. Me sentía lleno de una increible paciencia (idem). "Estamos aquí para aprender y amar": podía entenderlo con mucha claridad. Lo demás, en realidad, no importaba.

   La luminosidad y transparencia de los objetos permaneció hasta que llegue al hospital. También la sensación de amor objetivo, de gran paz y de goce. Y lo mismo la paciencia y la felicidad, mi relación con todo lo demás.

   Continuaba en ese estado cuando inicié mmi jornada de trabajo. Esa mañana estuve desacostumbradametne intuitivo con mis pacientes, sobre todo con dos a los que veía por primera vez. Percibía la luz dentro y alrededor de las personas: todos parecían resplandecer. Podía percibir de qué manera todo en la vida está relacionado. Sabía con certeza que no había necesidad de temer. Todo era uno.

   Esta experiencia duróa hasta que asistía a una reunión administrativa, algo más tarde. ME enfureció el tema de la reunión: "Cómo aumentar las ganancias del hospital". Supe que estaba ante otra elección: abandonar la reunión para mantenerme en ese estado o quedarme y decir lo que pensaba de sus ideas. Para quedarme y hablar de la ética y honradez necesitaría de la mitad izquierda de mi cerebro, de mis facultades lógicas. De inmediato hubo un cambio profundo. Volví a "ser normal", analítico y "con los pies en la tierra". Después me fue imposible recuperar ese maravilloso estado apacible. Había desaparecido por mucho que yo me esforzara en recordar y recrearlo.

   Desde entonces he vuelto a tener esta bella experiencia cinco o seis veces. En cada oportunidad se presentó por su cuenta. LA meditaciónno la crea. No se puede forzar. No es resultado del esfuerzo. Es casi un don. Un don de gracia.

   Cuando me relajo en una sensación de amor, sin pedir nada a cambio, puedo sentir que ese estado está muy cerca.

   Ahora tembién trato de ayudar a otros a alcanzar esos estados de paz interior, gozo y bienaventuranza, que son resultado del tipo de desarrollo personal que puede iniciarse con la regresión a vidas pasadas. Es muy importante. Para mí ésa es, realmente, la metda de toda mi terapia. Es ese estado de paz interior lo que resulta tan curativo y terapéutico.


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