lunes, 19 de agosto de 2024

Geocentricidad y Heliocentricidad

 


La geocentricidad es sabia también en cierto sentido, porque situar a la Tierra en reposo en el centro de todas las cosas concuerda con la evidencia de la mirada ingenua, permitiendo por lo tanto que la gente simple viva en un cosmos cuyo sentido resulta comprensible para ellos. La heliocentricidad exige dejar de creer en lo que se ve: que la tierra que uno pisa está quieta y que el sol se mueve en el cielo. Uno abandona esta convicción sólo a partir de una convicción profunda. Pero ¿qué campesino sería capaz de comprender las demostraciones, por ejemplo, del Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo de Galileo?. El dogma heliocéntrico le exige que crea sólo en virtud  de la autoridad de los que son mejores que él, del mismo modo que la iglesia exigía creer en lo invisible e improbable sólo porque sus escrituras y sus santos dan testimonio de ello. Pero ¿con qué fin?. Aquí es donde termina el paralelo. En la verdadera religión se cree para algún día "ver cara a cara", pero la ciencia implica, incluso exige, nuestro consentimiento para que su única visión no se malogre, ni se derrumbe su basta torre. Para el sentido que rige el microcosmos humano el sistema geocéntrico sigue siendo el mapa más exácto. 

El cosmos heliocéntrico, sin embargo, contiene su propia verdad que es de naturaleza esotérica en la medida en que se opone a la evidencia sensorial. Al volver hacia adentro el centro de nuestro sistema, desde el invisible Primiun Mobile hasta el sol visible, refleja la doctrina de que lo divino no debe ser encontrado en las formas exteriores, ni que tampoco es algo lejano a nosotros, sino que por el contrario brilla en el centro de nuestro propio ser como un reino de los cielos interior. La estructura del universo físico se corresponde con esta enseñanza, como supieron los pitagóricos y Kepler, pero en su aspecto intelectual y esotérico, no en el público y sensual. Cuando esta estructura fue revelada en el siglo XVII y aceptada en términos generales, fue malinterpretada, su sentido literal suplantó al simbólico, y, como sucede cuando los secretos iniciáticos se descubren a los profanos, actuó en un sentido negativo: hacia la devaluación del espíritu y el alma, y la destrucción del hombre en tanto microcosmos.


Armonias del Ceilo y la Tierra. Pag 82

Joscelyn Godwin

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