...Aparecio Alfredo, el de los mil y un instrumentos.
Esta vez traía, además;
cafés, bollos, y un pandero...
Yo, sin saber por qué me ilusioné al verlo, lo cojí y me puse a tocarlo a un ritmo, más o menos, "estilo indio". Paré unos instantes para buscar en mi tablet la canción Lakota "Wakan Tanka", hacia tiempo que la había añadido a mi repertorio de canciones nativas. La encontré, volví a coger el pandero y retomé el ritmillo. Una vez entrado en vereda, me puse a cantarla...
"Wakan Tanka o chi ma laye ohe..."
Al poco rato observé por el rabillo del ojo que, delante de un rastro de suaves pisadas, un niño de unos 4 años se dirigía con paso decidido hacia nosotros. Detrás, a una distancia considerable, venía su madre, semicorriendo. El niño se paró a la orillita de nuestro banco y, con voz dulce e inocente nos preguntó... ¿Me llamabas?
"...Oí un sonido irresistible y supe de inmediato que era dambaru,
el tambor de Shiva Bhaivara, el Destructor,
que ordena a toda la creación volver al lugar de donde había salido."
Stanislav Grof. Cuando ocurre lo imposible.
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