Conocí a una linda y blanca nube que revoloteaba feliz
por el cielo. Disfrutaba del sol, de las
estrellas, pero sobre todo de las caricias del viento que la transportaban allí
donde su imaginación volaba.
A veces subía tan alto que tenía miedo a caerse y, rápidamente,
pedía a algún viento que pasaba cerca que por favor la bajara. Los vientos de las
alturas la susurraban al oído que las nubes no se podían caer, que conocían a
muchas nubes que subían y subían y nunca se caían, pero ella se fiaba más de su
miedo que de los altos vientos.
Día tras día, la bella nube, se empeñada en subir más alto,
pero siempre, en algún momento miraba hacia abajo y, el temor a caer, la hacía
desistir de su empeño.
Un día, nuestra blanca y linda nube, vio a otra nube subir y la siguió. Sentía mucha
curiosidad por ver cuán alto podía llegar aquella otra nube. La nueva nube no
era como las otras nubes que ella había visto. Esta nube tenía algo “especial”.
No podía apartar sus ojos de ella. La nube que iba delante se percató de que la seguían y el efecto al
mirarla fue igual de hipnótico para ella. Ambas nubes siguieron y siguieron mirándose
mientras subían y subían. Sin darse cuenta, llegaron hasta lo más alto del
cielo.
Sorprendidas por no poder subir más, miraron hacia abajo y ambas
volvieron a rogar a los vientos más altos que las bajaran. Nunca habían subido
tanto y eso les hizo temer otra vez por su delicado ser.
Sin embargo las gustaba subir juntas, sin mirar al suelo. Poco
a poco fueron perdiendo el miedo. Prácticamente sin darse cuenta, el temor que antes sentían, se fue transformando en un sentimiento que, a medida que
transcurrían los días, les hacía acercarse más la una a la otra
Tanto se acercaron que un buen día, llegaron a solaparse y a
juntarse por completo. Si las mirabas, parecían una sola nube revoloteando
alegre por el cielo.
Resulta que dos nubes blancas cuando se juntan mucho, se
vuelven grises y provocan lluvia y, si
esas nubes son especiales, el agua que desprenden es un agua milagrosa, llena
de magia, capaz incluso de generar vida.
Da la casualidad que nuestras dos nubes, eran muy pero que muy especiales.
Día tras día, las dos nubes subían y bajaban felices y
contentas por el alto y ancho cielo. Provocando, lo que todos llamaban, una lluvia de
estrellas.
A las dos nubes les gustaba ir a una cálida cueva llena de encanto. Allí, encontraron un estrecho
y escondido agujero, donde por las
noches se sentaban a contemplar el cielo a través de un inaccesible agujero que
había en lo alto de la roca. Sólo ellas sabían
cómo llegar. Era, su lugar secreto y la luna, el único testigo de su amor.
Una noche en aquel bello rincón, algo les rozó delicadamente
sus pies. Miraron hacia abajo y vieron las dos flores más bonitas que unos ojos
habían contemplado jamás. Una era de hermosas hojas blancas con un bello centro
de plata . La otra, mostraba orgullosa, llamativas hojas rojas y un
hermoso centro dorado. Ambas eran tan suaves que te acariciaban con tan sólo
mirarlas. La imagen de las dos nubes, en aquel rincón tan romántico, adornado con esas dos flores, no podía ser más idílica y hermosa.
Las dos nubes y las dos pequeñas flores gozaron de muchos y muchos días felices.
Las nubes se juntaban para regar con amor a sus dos florecillas y estas crecían felices entre
juegos y alguna que otra discusión sobre quién era la flor más bella. Eso si,
siempre acababan con sus lindos pétalos entrelazados.
Por cierto, sabéis que las nubes a medida que crecen y se juntan se
van endureciendo y su color se vuelve más oscuro.
Pues llegó un día en que de tan duras que se volvieron las
nubes no se podían juntar y la lluvia, dentro del estrecho agujero, no pudieron
provocar. Además, al igual que dos piedras al chocar, cada vez que intentaban
juntarse saltaban chispas que caían
cerca de las dos delicadas flores de manera amenazante.
Tan preocupadas estaban las dos nubes por sus dos lindas
flores que se fueron a consultar al sol, que todo lo sabía. El sol les contó
algo que hasta entonces desconocían. Y es que, las nubes, con el tiempo, se vuelven
oscuras y duras.
Las nubes contaron al sol su tremendo problema y este,
después de meditar, les explicó que si querían salvar a las florecillas debían
entrar en el agujero separadas. Las nubes no se lo pensaron dos veces pues lo
que más apreciaban en su vida era a aquellas dos lindas flores que hacían, de
aquella cueva , el lugar más bonito del mundo.
Así fue como las dos nubes, no pudiendo permanecer juntas en
el estrecho agujero, tuvieron, a partir
de entonces, que entrar separadas para poder
regar y contemplar a su blanca y a su roja flor.
Las dos flores no entendían muy bien la nueva situación, pero como seguían viendo a las dos nubes, continuaron creciendo y creciendo. Subiendo y subiendo...
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21/5/2018
Todos estos años temiendo
que el padre de mis hijos
se estaba muriendo.
Y lo que no percibía
es que eran ellos,
mis inocentes niños,
que al hacerse mayores morian.
Amor que con el tiempo partía,
dejando tras de si,
aromas dulces en mi travesía.
Las dos flores no entendían muy bien la nueva situación, pero como seguían viendo a las dos nubes, continuaron creciendo y creciendo. Subiendo y subiendo...
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21/5/2018
Todos estos años temiendo
que el padre de mis hijos
se estaba muriendo.
Y lo que no percibía
es que eran ellos,
mis inocentes niños,
que al hacerse mayores morian.
Amor que con el tiempo partía,
dejando tras de si,
aromas dulces en mi travesía.